Se hacía de noche y Raúl no terminaba su tarea
porque se puso a pensar en cuántas páginas tendría la novela más larga del
Mundo. “¡Cien mil!” se dijo, y se ilusionó imaginando la fama y la fortuna que obtendría
el escritor de un libro así. “¿Y si fuera yo? ¿Cuánto tiempo tardaría en
escribir una novela de cien mil páginas?” Tomando en cuenta la escuela y sus
clases de natación, calculó que podría escribir 20 páginas mensuales. Tomó su
calculadora y tecleó las multiplicaciones y divisiones pertinentes. “20 páginas
x 12 meses = 240 páginas anuales. 100,000 páginas ÷ 240 páginas por año =
416.6666 años...” Dado el total, cayó en la cuenta de que no viviría tanto para
terminar su Obra Maestra, así que cambió las cifras e hizo las operaciones una
decena de ocasiones, hasta que concluyó que si escribía 500 páginas al mes terminaría
la novela, más o menos, en 17 años. Pensando en que ese era un tiempo más
razonable para escribir un libro, tomó un respiro para soñar con la fortuna,
los premios, la inmortalidad, el respeto y la alegría de ser reconocido como el
escritor de la novela más larga de la historia... ¡Y vaya que sí disfrutó su
fantasía! Hasta que vinieron las preguntas obligadas. “¿Quién se atrevería a
leer tan monstruosa creación?” ¡Y por supuesto! “¿De qué trataría una novela
tan larga?” Entonces suspiró, esta vez con desánimo, apretó los puños, lanzó al
cesto de basura la hoja en que realizó sus anotaciones, y continuó haciendo su
tarea de matemáticas, porque era mucha y ya le estaba dando sueño.
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